(notas para el concierto realizado en el XXV Festival de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid,

marzo de 2015)

 

 

Francisco Andreví

Stabat Mater


El Domingo de Ramos de 1868, unos meses antes de la proclamación en Cádiz de 'La Gloriosa' e inicio del Sexenio Revolucionario, tuvo lugar en el Palacio de San Juan de Madrid un ‘gran concierto sacro’, dirigido por el célebre Francisco Frontera de Valldemosa, en el que actuó como tenor solista el infante D. Sebastián Gabriel cantando un entonces famoso Stabat Mater del ilustre músico carlista Francisco Andreví.

El infante D. Sebastián Gabriel había sido uno de los generales carlistas más importantes llegando a presidir la jefatura de ese ejército y que tras su derrota en 1839, y el abrazo de Vergara, se había refugiado en Nápoles. Hacia 1860 reconoció a la reina Isabel II, regresó a Madrid y esta le restituyó su condición de infante y los bienes que se le habían incautado al pasarse al bando carlista. El infante se casó entonces en segundas nupcias con doña María Cristina de Borbón y Borbón, hermana del rey consorte Francisco de Asís y a quien el pueblo apodaba como la infanta boba por su fealdad y al parecer pocas luces. Pero el infante, que además pintaba, era fotógrafo y músico, se hizo también un personaje respetado y famoso por su importantísima colección de arte (hoy día repartida por todo el mundo), haber sido uno de los primeros en Madrid en tener un estudio privado de fotografía y, sobre todo, por los numerosos conciertos que organizaba en su palacio actuando como tenor que alcanzaba el 'do de pecho'.

Estos conciertos tenían lugar en su residencia del Palacio de San Juan, que pertenecía al recinto del Palacio del Buen Retiro y que años después fue derruido para construir el Palacio de Comunicaciones de Cibeles, actual sede del Ayuntamiento de Madrid. Y sobre ellos, en los que participaban los mejores músicos madrileños del momento, daba buena cuenta la prensa de la época y también escribió el ilustre músico, compositor, pianista y musicógrafo, Baltasar Saldoni, en uno de cuyos relatos da cuenta de la interpretación de este Stabat Mater de Francisco Andreví.


¿Y quién es, se preguntarán vds, este tal Francisco Andreví, hoy en día totalmente olvidado?

Este músico catalán nació en Sanahuja, Lérida, el 7 de noviembre de 1786 y, tras formarse con diferentes maestros en Barcelona y ordenarse sacerdote, ocupó importantes magisterios de capilla en Barcelona, Valencia y Sevilla, llegando a la cúspide con su nombramiento como Maestro de la Real Capilla música del Palacio de Oriente de Madrid.

Pocos meses antes del nacimiento de Isabel II se celebraron en Madrid las pruebas para cubrir el puesto de Maestro de la Real Capilla que había quedado vacante por fallecimiento de Francisco Federici. Según la Gaceta de Madrid quedaban excluidos de estas pruebas todos los seglares, pero tras una protesta generalizada se decidió admitir a todos los músicos sin “distinción de clase, estado ni edad”. Once músicos se presentaron a las oposiciones, entre los más conocidos: R. Carnicer, R. Jimeno, T. Genovés, H. Eslava e I. Soriano. Una vez realizados los duros y extensos ejercicios, como el tribunal no se ponía de acuerdo en la concesión de la plaza, tuvo que ser el propio Fernando VII quien decidiera el puesto, nombrando a Francisco Andreví, en julio de 1830, Maestro de la Real Capilla y rector del Real Colegio de Niños Cantores.

Su estancia en la capital de España resultó muy fructífera pero tormentosa. Tras la muerte de Fernando VII, para cuyas exequias compuso el Oficio y misa de difuntos, obra de gran calidad y originalidad, sufrió el primer reajuste de músicos la Real Capilla ordenado por la reina gobernadora en 1834. De un segundo reajuste en 1836, que separó a 56 músicos y salmistas, fue culpado Andreví por sus compañeros que le acusaron de realizar la lista por cuestiones políticas; al parecer, Andreví tenía inclinaciones carlistas y estaba en contra de los nuevos aires liberales que quería imprimir la reina Regente. Según Pedrell “se le mandó hacer una nueva planta de la capilla economizando cuanto pudiera, y para dar ejemplo, él fue quien más sueldo se rebajó pero sin señalar persona alguna de la plantilla antigua”.

Seguramente fue a causa de este escabroso asunto, y de las denuncias que surgieron contra él acusándolo de carlista, que Andreví decidió abandonar la Real Capilla, y Madrid, camino de Francia, donde se instaló primero en Burdeos y después en París. Un informe policial al respecto de esta huída dice: “Ni a las vísperas de anteayer, ni al Corpus ha concurrido D. Fco. Andreví, ni ha pasado aviso alguno de hallarse enfermo. De las diligencias que se han hecho para averiguar su paradero resulta que se ha mudado de casa sin que se sepa a donde..., que el 18 de mayo se ausentó de esta corte diciendo a su cuñada que iba por unos días al pueblo de Hortaleza, que volvería para el Corpus; que no existe en tal pueblo, y que se ignora a donde se haya”. Años difíciles y problemáticos los que Andreví pasó como Maestro de la Real Capilla; sin embargo compuso numerosas obras (Pedrell decía que su fecundidad era su gran defecto), entre ellas algunas de gran calidad y originalidad que, a pesar de que hoy en día estén olvidadas, permanecieron en la memoria de los músicos españoles durante el siglo XIX, especialmente su Stabat Mater.

Después de su estancia francesa, Andreví regresó a Barcelona en 1849 donde fue nombrado Maestro de Capilla de la basílica de la Virgen de la Merced y, aunque tardíamente, comienzó su merecidísimo reconocimiento como uno de los grandes músicos españoles de su época, falleciendo poco después en la ciudad condal el 23 de noviembre de 1853.

Entre sus principales obras destacan los dramas sacros La dulzura de la virtud y El juicio universal, la cantata profana Coriolano, el Oficio y misa de difuntos para las honras de Fernando VII, el Stabat Mater y un Tratado de armonía y composición.

Este Stabat Mater fue compuesto por Andreví durante su estancia en Burdeos, años después de su huída de Madrid, y publicado por el editor Canaux en París. Utilizó, como era habitual, el famoso texto latino medieval atribuido a Jacopone da Todi y lo realizó para cuatro voces solistas (dos sopranos, tenor y bajo), coro y pequeña orquesta formada por 1 flauta y quinteto de cuerdas. La obra está dividida en ocho movimientos en los que se alternan grandes y vibrantes solos, dramáticos concertantes a 4 y solemnes conjuntos de solistas y coro, acompañados por una rica elaboración orquestal de la cuerda. El último número es de gran dificultad de conjunto y el autor compuso otro alternativo que en la edición publicó adjunto como “otro final más fácil”. La obra fue dedicada al infante don Sebastián Gabriel, que como se ha dicho más arriba era tenor aficionado que alcanzaba el ‘do de pecho’ y había sido uno de los principales dirigentes carlistas. La relación de Andreví con el infante debió ser bastante importante ya que el músico le dedicó varias obras.

El Stabat Mater se interpretó en Barcelona con gran éxito en 1845 (unos años antes del regreso de Andreví a Cataluña) y años después, Domingo de Ramos de 1868, en Madrid.